lunes, 21 de noviembre de 2011

EL DÍA QUE NO TE SALIÓ EL TRUQUITO



¿Les gusta la magia? En ese caso, sabrán que muchos magos tienen algunos trucos bastante arriesgados en su repertorio. Y no estoy hablando solamente de los famosos escapistas o de los que insisten en serruchar por la mitad a sus adorables asistentes.

Me refiero a aquellos que han intentado detener una bala... y han fallado en el proceso.

Al parecer, el primer mago del que se tenga constancia que fracasó en el transcurso de este truco fue una mujer, que en realidad oficiaba como asistente y esposa de un mago. Sucedió en 1820.
Madame De Linsky, que así se llamaba artísticamente, tenía todo planeado. O casi todo.

Su número consistía en plantarse ante un pelotón de fusilamiento que cargaba sus armas en el escenario y luego le disparaba a quemarropa. Por supuesto, los seis "soldados" estaban instruidos para no colocar ningún proyectil en sus fusiles. Los cargaban pólvora mediante, pero para producir una descarga sin daño. La desgracia quiso que una noche, uno de esos asistentes se equivocara y terminase por disparar realmente, matando a Madame De Linsky.



El nombre de la siguiente víctima de su propio truco es Arnold Buck. El tal Arnold era un mago consumado, que hacía el truco de atrapar la bala en forma simple: solicitaba que un voluntario del público cargara el arma y le disparase, pero le daba un cartucho de salva para tales efectos.

Una noche de 1840, Arnold encontró al amargo que está deseando que todo mago fracase en su truco.
Le entregó el cartucho de salva, pero el tipo agregó unos clavos al cargador (así como lo leen). El resultado fue la muerte del mago.

El que sigue en la lista fue un falso chino, ni más ni menos: Chung Ling Soo.



El tal Chung Ling Soo se llamaba en realidad William Jefferson Robinson y había nacido un tanto lejos de China: en el neoyorquino barrio de Brooklyn, para ser exactos.
Para fungir de mago, creó un personaje con tanta pericia que nadie sospechaba siquiera que no fuese chino.

Uno de los trucos más sensacionales que efectuaba era, claro, el de atrapar la bala. Pero una noche el truco falló y nunca se supo qué fue lo que había pasado. Lo cierto es que Chung-William recibió un disparo de verdad y falleció. Esto sucedió en 1918.

Y nos vamos hasta Sydney (Australia) para buscar al siguiente mago atrapado por su propio truco: Maurice Rooklyn.



Estamos en 1934 y Rooklyn es un mago famoso en Australia. Incorporó a su rutina un acto de "atrapar la bala", preparado con toda minuciosidad. Pero el 8 de marzo de ese año, algo falló. Como resultado del truco, recibió una esquirla en el hombro.

Lejos de escarmentar, continuó realizando el truco en sus actuaciones. El 5 de mayo del mismo año, otra esquirla le hirió en el cuero cabelludo. Evidentemente, el acto no era preciso.



Sin embargo, Rooklyn no parecía preocupado. Aún tenía contratos pendientes, por lo que culminó estrictamente todas sus actuaciones y recién allí revisó el acto de atrapar la bala y decidió retirarlo de su rutina.

Luego de ello, tuvo cierto éxito en Inglaterra, donde fue mago, actor y hasta se presentó con un show de hipnotismo. De vuelta en Australia, continuó con su carrera largamente. Fue muy astuto al salirse del asunto de atrapar balas, ¿no?

Pero no todos tienen tanta suerte. Veamos el caso de Ralf Bialla.



Bialla fue un mago alemán, que prácticamente hizo del truco de atrapar la bala su medio de vida.
Su acto era, al parecer, perfecto: le disparaban una bala que atravesaba tres láminas transparentes y terminaba atrapada entre los dientes del buen Ralf.

No escatimaba protección: las tres láminas, que en apariencia estaban para dar un mejor efecto al acto y comprobar que el disparo era real, cumplían la función de quitar velocidad a la bala. Además, el mago llevaba puesta una falsa dentadura de acero, tenía guantes recubiertos de ese metal (con los que se tapaba parcialmente la cara) y hasta gafas antibalas.

Se calcula que Bialla realizó su truco unas tres mil veces. Pero no se tiene suerte eternamente. Sufrió heridas nueve veces en el transcurso de su acto, algunas de las cuales le dejaron secuelas en el sistema circulatorio. Se desmayaba sin causa aparente.
Un día de 1972 subió una cuesta empinada y se desmayó. No volvió a despertar.

Un detalle anecdótico.

Al parecer, el arma que causó la muerte de Chung Ling Soo estaría dentro de la colección privada del famoso mago David Copperfield.
Dicha colección abarca nada menos que unas ochenta mil piezas relacionadas directamente con la magia, incluyendo quince mil libros sobre el tema. Un verdadero museo privado, como quien dice.

2 comentarios:

Mariolo dijo...

Buena recopilación de magos que murieron a consecuencia de sus propios trucos.

Blaine es uno que me gusta, hoy en día, pero se manda cada una que no se si los sigue a estos.

pelado1961 dijo...

Mariolo:

El problema se da cuando cada mago pretende hacer algo más arriesgado de lo que ya se hizo con anterioridad.
Y así pasan estas desgracias!!!

Va un abrazo.