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Después de algunas semanas de inactividad (donde el período de pases pareció una telenovela de mala calidad), hace unos días que volvió el fútbol de primera (es un decir) al Uruguay.
Y con apenas dos fechas cumplidas, ya se vivió un fin de semana de terror.
Entre el sábado y el domingo pasados, se produjeron un sinfín de incidentes que no hacen más que confirmar lo que todos sabemos: que el ambiente y los espectáculos de fútbol están, cada vez más, llenos de inadaptados capaces de cualquier cosa, gente peligrosa y bastante impune que es mejor evitar.
La lista de hechos comenzó antes del partido de Peñarol del sábado y terminó después del (frustrado) partido de Nacional del domingo. Incluyó de todo: desde destrozos y pedreas hasta golpizas y ataques. Si no hubo algún muerto fue por simple casualidad, porque la intencionalidad estuvo presente.
Ahora bien: mentes enfermizas hubo siempre. Lo malo es cuando comienzan a contagiar al resto de la sociedad.
Porque el contagio existe y es obvio. Sólo de esa forma es posible explicar que al día siguiente, personas educadas y de clase media, en las conversaciones usuales de amigos, familiares y compañeros de trabajo, busquen justificaciones y excusas que avalen toda la serie de desmanes que se cometieron.
Si demoran en permitirme ingresar a la cancha con mi entrada, ¿eso me da derecho a golpear a los funcionarios de la puerta y a los policías?
Si mi equipo no gana, ¿eso me da vía libre para apedrear ómnibus?
Si el juez suspende el partido, ¿es viable entonces amenazar, golpear salvajemente y apedrear a quien se me ocurra?
Si un dirigente de un club incita a la violencia, ¿esto valida cualquier cosa que hagan sus hinchas?
Por supuesto que no, lo mires como lo mires.
El broche de oro se conoció hoy mismo, cuando se supo que una lista de candidatos a la dirigencia de un club grande se retiró de la contienda eleccionaria, debido a que sus integrantes recibieron amenazas de muerte dirigidas hacia ellos y sus familiares.
¿Quieren que les diga lo que pienso de todo esto?
A lo mejor, un par de añitos sin fútbol nos hacen mucho bien.
Y nadie va a salir perjudicado (si todos son tan santurrones como dicen, claro).
Los jugadores, con las grandes condiciones que tienen, seguro que consiguen irse a un club europeo enseguida.
Los dirigentes, como ninguno vive de currar a su club, seguro que pronto destacan en otras actividades.
Y los clubes, con las tremendas infraestructuras que tienen y la gran variedad de actividades y beneficios que ofrecen a sus socios, seguro que salen adelante sin problemas.
¿O no?