jueves, 7 de octubre de 2010
INDESEABLE "TESORO"
La cuadrilla de obreros pensó que ese podía ser su día de suerte.
Estaban trabajando en obras de saneamiento en Maragogí (Alagoas, Brasil), cuando en plena excavación se toparon con el extraño objeto que se ve en la foto.
¿Qué podía ser esa cosa? Seguramente una enorme botija de las usadas en tiempos lejanos para almacenar o transportar diversas cosas.
Pero entonces, ¿por qué habría de estar enterrada? Seguramente por contener un tesoro, pensaron ellos.
Es que la zona fue largamente disputada por portugueses y holandeses, con diverso historial de combates y situaciones cambiantes. En esas épocas no era raro que los oficiales reales acondicionaran oro y monedas en este tipo de "contenedores", fuese para transporte o con fines de ocultamiento.
Así que los tipos, ni lerdos ni perezosos, buscaron herramientas adecuadas y se pusieron a perforar el objeto en busca de que, ahí nomás, empezaran a caer monedas de oro y plata a sus pies.
En eso estaban, y ya habían progresado bastante en su empeño, cuando notaron que nada aparecía pese a haber perforado la capa exterior.
Más aún, resultó que una sustancia desconocida comenzaba a salir del objeto. Decidieron entonces, por precaución, llamar a los capataces. Y éstos llamaron a los ingenieros. Y éstos llamaron a la alcaldía. Y la gente de la alcaldía llamó a la Policía. Y los policías llamaron al ejército.
¿Y el ejército? Estos no llamaron a nadie: procedieron a identificar el artefacto como una poderosísima mina que, en caso de estallar, hubiera arrasado con todo lo existente en un radio de 150 metros.
Para colmo, el asunto se repitió más de una vez: ya suman seis los objetos similares encontrados en Maragogí. Dos en la playa y otros cuatro en plena planta urbana (uno de ellos a escasos metros de una escuela municipal).
Y lo peor no es eso.
Sucede que, a raíz del hallazgo, a alguien se le ocurrió consultar a un historiador local, el profesor Dirceu Lindoso. Y lo que les dijo el buen profe los paralizó de miedo: tal parece que los artefactos comenzaron a aparecer en las playas de la zona allá por la Segunda Guerra Mundial.
Cuando apareció la primer mina, el ejército contactó a la Marina de USA, cuyos técnicos retiraron los detonadores del arma y procedieron a enterrarla. Pero cuando subsiguientes minas fueron llegando a la costa, las autoridades del lugar ordenaron enterrarlas no siempre quitando los detonadores (pues no era tarea de aficionados).
Lo cierto es que, aún pasados más de sesenta años, las minas navales son extremadamente peligrosas (con o sin detonador).
Más aún si pueden estar en cualquier parte, como al lado de una escuela.
Naturalmente, en la época en que fueron enterradas, todas lo habrán sido en terreno agreste y alejado. Pero luego, con el tiempo y la habitual "desmemoria" que nos caracteriza, se habrá construído sobre semejantes "cimientos".
Muchos pobladores de Maragogí han caído en la cuenta de que viven en un peligroso paraíso. De todas formas, no faltan ideas locas como destino para las minas: se ha sugerido que no deben ser detonadas, sino recogidas y conservadas en un museo especial.
En cuanto a los obreros de la cuadrilla, después de todo estaban en su día de suerte.
No explotaron.
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4 comentarios:
Que locura no?tendrian que hacer algo!!pero conociendo la idiosincrasia sudamericana..jajaja!!
Todo sea por atraer turistas!!!
Ja ja ja ja !!! Lo que pasa es que ya saben que nos pueden seguir rebentando y no pasa nada, sino fijate que justamente estamos en el "dia de la raza".
Coincido con Francisca.
Besitos !!!
Son capaces de juntarlas todas y hacer el museo nomás....
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