miércoles, 11 de abril de 2012

LA JUGADA MÁS RIESGOSA


Todos hemos visto partidos de fútbol donde el delantero de turno es víctima de alguna jugada medio criminal. Son esas acciones que, más que un foul, parecen un intento de asesinato.
Pero por mucho que los golpeen, ni los Messi ni los Ronaldo se verán sometidos a la prueba que sufrió un grupo de hombres por culpa de una pelota de fútbol.

Amanecía el día primero de julio de 1916. Nos encontramos en el norte de Francia. "¡Qué belleza!", dirá usted. "¡Qué macana!", le diré yo. Porque el lugar concreto es la zona aledaña al río Somme y esta gente es parte del contingente británico que participará en la batalla del Somme, una de las más sangrientas de la Primera Guerra Mundial.

El octavo batallón (East Surrey) esperaba órdenes para sumarse a la carnicería. Y fue entonces cuando apareció el capitán W.P. Nevill, quien comandaba la Compañía B. Pero en vez de un arma, portaba cuatro pelotas de fútbol.



Nevill venía con una idea concreta: cuatro balones representaban uno por cada pelotón de la Compañía. Y era su intención lanzar los cuatro lo más lejos posible, en dirección a la "tierra de nadie" existente entre la trinchera de sus hombres y las trincheras alemanas.

Así fue que, tras prometer a sus soldados un premio para quien "anotara un gol" en las líneas enemigas, procedió a lanzar cada pelota fuera de la trinchera. Y ordenó a sus hombres atacar.



Intentar avanzar con una pelota en un partido de fútbol puede ser riesgoso. No faltará un jugador contrario que se nos aproxime con mala cara y peores intenciones. Pero hacer lo propio en medio de un campo de batalla, corriendo cientos de metros en pos de un sitio donde le aguardan soldados armados con fusiles, ametralladoras, granadas y morteros, es simplemente suicida.

Uno de los primeros en caer muerto, víctima de su "brillante idea", fue el propio capitán Nevill. Muchos de sus subordinados correrían la misma suerte.
Al final del primer día, los británicos habían perdido casi sesenta mil hombres. Para cuando la batalla terminó, serían más de cuatrocientas mil las bajas que sufrirían. Sumados a los doscientos mil franceses y al medio millón de alemanes, la cuenta llega a más de un millón entre muertos, heridos y desaparecidos.

Si usted se pregunta qué pasó con las pelotas de fútbol, le diré que dos de ellas fueron encontradas en trincheras alemanas cuando la batalla finalizó. O por lo menos, eso dice la historia oficial británica. Por lo cual, tras la batalla se hizo una ceremonia, se premió a los dos pelotones con unos días de permiso y, seguramente, luego se mandó a esos hombres a la siguiente carnicería.
Porque, con fútbol o sin él, la carne de cañón es carne de cañón. Siempre.

4 comentarios:

NuMaN dijo...

Pues si,muy buena tu frase final.
Y yo que creía que lo peor del fútbol es ser el nuevo opio de los pueblos!
Que jugada la del inglés ese, por favor!Tarrrjeta rojaa.

pelado1961 dijo...

De veras que era una jugada de tarjeta roja, jajajjajaja.
Tantas vidas desperdiciadas... en fin.

Mariolo dijo...

El tipo era un suicida, o un loco, o un iluso, o todo eso junto

pelado1961 dijo...

Todo junto, como vos decís.
(así le fue...)