En diciembre de 1971 yo tenía diez años y muchos más intereses de los que son comunes en los niños de diez años. Sin embargo, el arte todavía no era uno de ellos.
Pero todo estaba a punto de cambiar, porque el Museo Nacional de Artes Plásticas (el del Parque Rodó) iba a recibir una muestra internacional cuyo tema central era el surrealismo.
Mi madre me llevó a verla, probablemente porque su formación como maestra le indicaba que la exhibición podía ser un estímulo educativo interesante. Pero sea cual fuera su expectativa, creo que quedó cubierta con creces: quedé boquiabierto.
Ante todo, lo que veía era absolutamente nuevo para mí. A diferencia de las obras de arte usuales, éstas parecían provenir de regiones profundas del ser, apelando a las emociones, muy lejos de los caminos trillados.
Además, las obras que veía admitían interpretaciones no convencionales, cosa que me gustó enseguida (ya dije que no era un niño común).
Como sea, la cuestión es que disfruté el paseo, el tiempo se me pasó rapidísimo observando con atención cada obra y varios de esos artistas se convirtieron en mis favoritos de por vida: Max Ernst, Roberto Matta, René Magritte, Ives Tanguy, Francis Picabia, André Masson, Víctor Brauner, Chirico y, maestro entre maestros, Dalí.
Conclusión: mi vieja me tuvo que comprar el catálogo de la exposición, que por supuesto atesoro hasta el día de hoy.
Veamos algunas obras de mis preferidos:
Roberto Matta: "Escuchen a lo vivo"
Ives Tanguy: "Divisibilidad indefinida"
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René Magritte: "Retrato de Edward James"
Francis Picabia: "Adán y Eva"
Joan Miró: "La granja"
Max Ernst: "Las fases de la noche"
Giorgio de Chirico: "El profeta"
Víctor Brauner: "El surrealista"
Y por supuesto, last but not least, Salvador Dalí: "Rosa meditativa"
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