Los últimos sucesos acontecidos en el Club Atlético Peñarol obligan a pensar en términos que van más allá de la lógica. En efecto, a la racha de magros resultados en la cancha se ha sumado una seguidilla de lesiones bastante improbables.
La última de ellas ha sido la fractura sufrida por el arquero recién adquirido por el club, quien al ser entrevistado posteriormente, se mostró de acuerdo en la conveniencia de contratar algún brujo que realice una "limpieza espiritual" en el predio del club.
Bien pensado, le asiste razón. No sea cosa que estemos sufriendo un daño como La Maldición de Garabato. Para quienes no conocen la historia, se la contamos:
El Club América de Cali nació a la vida futbolística en forma amateur. Allá por 1948, una Asamblea de Socios decide por mayoría inscribirlo como club profesional de fútbol. Esto trajo reacciones adversas en algunos de sus más antiguos socios.
Uno de ellos, el odontólogo Benjamín Urrea, apodado "Garabato", renunció al club no sin antes maldecirlos:
"Que lo vuelvan profesional, que hagan del América lo que quieran pero juro por mi dios que nunca serán campeones..."
"Garabato" se retiró de la Asamblea entre medio de las risotadas del resto de los socios, que no creían que los malos augurios del odontólogo lograrían su cometido.
Pero sus palabras se recordarían por largo tiempo, ya que el América habría de competir durante 31 años sin poder salir campeón.
En la década del '80 algunos simpatizantes del club realizaron una especie de "limpieza" con un ritual realizado en el centro del campo de juego. Y pareció dar resultado, porque el América logró salir campeón nacional cinco veces en esa década.
Pero La Maldición de Garabato fue más fuerte: el club perdería cuatro veces la final de la Copa Libertadores, tres de ellas en forma consecutiva, de las cuales una fue con un gol marcado faltando pocos segundos para el final del partido. A manos, precisamente, de Peñarol.
Burlate de los brujos.
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