Supo ser embajador de USA en Indonesia, subsecretario del ministerio de Defensa y, finalmente, en lo que parecía ser la cúspide de una carrera exitosa, presidente del Banco Mundial.



La situación fue considerada como una verguenza para su cargo. Pero cuando todo hacía pensar que el asunto quedaba en una simple anécdota y nada más, se le destapó un lío de corrupción: el hombre tenía una novia que también trabajaba en el Banco Mundial y le aumentó el sueldo varias veces por encima de lo debido, hasta que llegó a ganar 150.000 euros al año.
La Asociación de Funcionarios del Banco Mundial hizo la denuncia, el Parlamento Europeo exigió su renuncia y entonces no le quedó más remedio que irse.
Moraleja: se puede estar lleno de títulos, cargos y honores...y ser un perfecto imbécil.
Además, es patético que tipos como éste sean los que, en último término, manejan como títeres a presidentes y ministros de países como el mío, el tuyo y muchos más.
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