sábado, 22 de diciembre de 2007

Y SI ME GANO LA LOTERÍA...

Seamos sinceros: los uruguayos somos "timberos".
Y conste que no me estoy refiriendo a los que se juegan hasta los calzones a la ruleta.
Mas bien estoy pensando en la gente común y corriente, esa que arma unos "5 de Oro" combinando los cumpleaños de toda la familia, o que le pone unos pesitos al 48 porque soñó que tal familiar fallecido les hablaba.

Llega esta época y la cosa se extiende como una epidemia. Por todas partes le preguntan a uno: "¿No querés entrar en el número de fin de año?" Y si uno pone cara de duda, le largan la frase matadora: "Mirá que podés poner lo que quieras, ¿eh?"

De todas maneras, el subconciente ya nos había sentenciado. Más rápido que un rayo, algo en nuestro interior imaginaba a los demás festejando, mientras que nosotros nos dábamos la cabeza contra la pared por no haber entrado en el dichoso numerito.
Así que uno participa en el número del kiosco, en el del almacén, en el de la oficina, etc., etc., etc.

Por mi parte, al menos, ya sé lo que quiero hacer si tengo suerte y emboco la lotería: me hago un viaje en el Expreso de Oriente. Déjenme que les cuente:

El Expreso de Oriente se inauguró allá por 1883, uniendo París con Estambul, con paradas en muchas capitales europeas.


Como muchas de las cosas buenas de la vida, fue idea de un pelado con barba: el señor Georges Nagelmaker, que aquí lo vemos:

Este mapa nos muestra los diversos recorridos que el Orient Express ha hecho a lo largo de su historia:

Y tan renombrado fue que hasta Agatha Christie le dedicó una de sus novelas, probablemente la más famosa:


En esta foto de época, dos beldades se despiden dejando a un pobre gil en el andén (que debe ser el que pagó los pasajes, por supuesto):


Y en esta otra, la morocha parece estar más interesada en el fotógrafo que en su propio acompañante:

Aquí vemos vagones originales...

...y locomotora original:


Por supuesto, las dos guerras mundiales impidieron la continuación del servicio regular, pero en ambos casos resurgió pese a las dificultades.

Lo que dio el mazazo casi definitivo al Orient Express fue, acaso, la modernidad. Ya en 1962 recortó sus servicios e itinerarios, aunque dos veces a la semana llegaba a Estambul. Pero ese destino dejaría de ser cubierto en 1977.

Actualmente, es posible realizar diversos itinerarios en un tren del mismo nombre, restaurado a partir de materiales originales. Puede irse en él de París a Viena, de París a Budapest, de Calais a Venecia o, si se prefiere, el que yo elegiría: de Venecia a París en un tour que los organizadores llamaron "Tras las huellas de Casanova":

¿Qué tal empezar tomando algo "espirituoso" en el bar del tren?



Recorremos los pasillos...

...y nos buscamos un lindo lugar para saborear nuestra copa...

...mientras admiramos algún soberbio trabajo en laca que adorna el vagón...




...o esperamos que el pianista comience su show:


Y si nos da apetito, pues vamos al vagón comedor...


...que también está muy bonito...

...y usa algunos elementos originales en el servicio:


Y después nos vamos al vagón de fumadores, a disfrutar algún cigarro o un cognac (o un cigarro y un cognac)

O nos sentamos a mirar el paisaje y charlar con algún pasajero...


"¿La rubia? ¿Qué rubia? Ah, esa rubia...no, no sé quién es.
No, mi amor, no es lo que parece, no te pongas así, lo que pasa es que la señorita me dio conversación y yo soy un caballero, ya sabés que no iba a dejarla con la palabra en la boca."

(Acusaciones injustas: la historia de mi vida...)

Bueno, soñar no cuesta nada.
Cuando el niño cantor (o la niña cantora) saquen las bolillas en el sorteo, voy a estar como siempre: distraído. Y ya me veo buscando seis o siete papelitos que indican que tenemos tal o cual participación en algún número. Que por supuesto no va a ser el que salió, claro.

Al día siguiente, la tele me informará que el número premiado se vendió en Cañada Carpincho, a 327 kilómetros de Montevideo.
Y yo tan campante.

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