LIBRERIAS POR EL MUNDO: LELLO

Mientras en Montevideo las librerías cierran, es preferible levantar el ánimo con otra de las diez mejores librerías del mundo según el periódico "The Guardian". Llega el turno de la Librería Lello, ubicada en la ciudad de Porto, en Portugal.

Quienes me conocen saben cuánto me agradó lo que vi en Portugal como turista. Y esto me pone en claro cuántas cosas interesantes me quedaron por ver. Si a eso le sumo mi afición a la lectura, el resultado es claro: ¡voy a tener que volver a Portugal en algún momento!

La lista elaborada por el periódico pone esta librería como la tercera mejor del mundo. Es, sin embargo, la primera de la lista que nace como librería y no con otros propósitos.

La "Librería Internacional Ernesto Chardron" fue fundada por el ciudadano francés Ernesto Chardron en 1869, teniendo su sede en la Rua dos Clerigos Nº 96-98.

Antiguo empleado de la Librería Moré, el Sr. Chardron se proyectaba ahora como editor y librero en su propio negocio, publicando por ejemplo gran parte de la obra de Camilo Castelo Branco.

Despúes del súbito fallecimiento del Sr. Chardron, la casa editorial fue vendida a la firma "Lugan & Genelioux", quedando a la postre Mathieux Lugan como único propietario. Sería en 1894 cuando Lugan vendería la Librería Chardron a José de Sousa Lello, quien se haría cargo del negocio junto a su hermano Antonio. Ambos se dedicaban a este ramo desde 1881.

Tal como se aprecia en la segunda foto de este post, en la fachada actual de la librería aún pueden verse las dos denominaciones: "Livraria Chardron" y "Lello & Irmao".

El edificio que actualmente admiramos fue construido en 1906 en la Rua das Carmelitas Nº144, con el expreso propósito de albergar esta librería y editorial. El proyecto se debió a Xavier Esteves, un destacado ingeniero de la época.

En estilo neogótico, posee una magnífica fachada formada por un amplio arco abatido, cuya entrada se divide en una puerta central. Sobre este arco hay una ventana triple. A los lados de ésta, se ven dos figuras pintadas por José Bielman, simbolizando una el Arte y la otra la Ciencia.

Ya dentro de la librería, el visitante se siente en un ambiente acogedor, poblado de libros y enmarcado por una exquisita decoración. Se accede a una vasta sala, con una galería que termina en una fabulosa escalera ornamental, que fue inspirada por las Galerías Lafayette parisinas.

Pilares a ambos lados sostienen los bustos de famosos hombres de letras portugueses: Eca de Queiroz, Camilo Castelo Branco, Antero de Quental, Tomás Ribeiro, Teófilo Braga y Guerra Junqueiro. Son obra del escultor Romao Junior.

El techo, labrado, resguarda en su centro una luminosidad diáfana, que proviene de un amplio vitral en el cual resalta el diseño del ex libris de la Editorial Lello, con la divisa "Vecus in labore".

La inauguración del nuevo edificio de la Librería Lello fue un gran acontecimiento en la sociedad de la época. En aquel distante 13 de enero de 1906, la gente se apiñaba en las cercanías del local, intentando ver llegar a las celebridades literarias de entonces, además de profesores, periodistas y políticos.

Tras la recorrida y el brindis inaugural con champagne, tras los discursos elogiosos y las palabras del poeta Guerra Junqueiro, los presentes dejaron sus impresiones y deseos escritos en el Libro de Oro de la librería, que aún puede verse.

Actualmente, la librería cuenta con un fondo bibliográfico de más de 60.000 títulos, un fichero informático que permite identificar a cualquier obra editada en el país o en el extranjero, una sección especial dedicada a revistas, una sección dedicada a la música, otra especializada en libros antiguos de alto valor y una Galería de Arte permanente.

El edificio fue objeto de una gran restauración en 1994, llevada a cabo bajo la dirección del arquitecto Vasco Morais Soares, quien se tomó especial empeño en conservar y respetar elementos originales, como ser su fachada, declarada patrimonio nacional.

La idea central de la remodelación llevada a cabo era aumentar la cantidad de títulos que podían ponerse al alcance de la mano del cliente, así como brindarle un ambiente calmo y agradable para que se tomase todo el tiempo necesario para elegir.

En cuanto a los elementos originales, se los trató como merecían: el estucado del techo fue lavado con agua destilada, se retiró con sumo cuidado el polvo acumulado en el vitral, el color de la fachada y de los interiores fue analizado con técnicas de laboratorio (a fin de utilizar exactamente el mismo tono), las maderas fueron raspadas y enceradas nuevamente, etc.

Hasta los estantes originales se mantuvieron.

El gran desafío llegó a la hora de considerar la iluminación. Había órdenes expresas: nada de proyectores, nada que colgara del techo e impidiera apreciar la decoración del mismo, nada de luz cruzada, nada que alterase en lo más mínimo el ambiente místico que se había buscado en la librería original.

La solución fue el halógeno en líneas longitudinales, con aparatos invisibles al visitante.

Consideración aparte mereció la famosa escalera roja, símbolo característico del lugar, que fue restaurada con el máximo esmero posible e iluminada de forma tan sutil que no impidiera al visitante apreciar la galería y los estantes a medida que la recorre.

Y se mantuvo, como desde su inauguración, la posibilidad de disfrutar un buen té o café mientras se busca el libro deseado. No es raro que sea uno de los propietarios actuales quien convide al visitante y quien facilite esa búsqueda por arte de magia.

Además, a las obras de arte existentes en origen, se sumaron otras de artistas reconocidos, a fin de tornar el ambiente aún más agradable si esto es posible.

Visitando esta librería, ¿quién no se irá contento con algún librito bajo el brazo? (o varios libritos, no hay que ser amarretes...)