Hoy constaté con tristeza el cierre de dos librerías más en Montevideo. Señales de los tiempos que corren, sin duda.
"Los libros son caros", suelo escuchar con frecuencia. Pero es una excusa poco creíble, teniendo en cuenta que vivimos en una desenfrenada sociedad de consumo y que a la hora de comprar lo que quiere tener, sea lo que sea, la gente no se arredra con nada.
Uno de los tantos axiomas que los uruguayos manejamos en nuestras mentes, versa sobre lo cultos y educados que somos. ¡Cómo nos gusta darle vueltas a esta idea! Pero ya ven que es puro cuento. A lo sumo, brumoso recuerdo de una época que no alcancé a vivir (y eso que ya voy para el medio siglo): algo así como una Edad de Oro que quedó grabada en el inconciente colectivo.
Hoy en día las cosas son diferentes. No parece haber temas de conversación más allá del fútbol, la política y los programas de televisión. Como si nada más existiera.
Los libros siempre fueron una alternativa poderosa, una ventana hacia el entendimiento. Por eso los nazis los quemaban por miles, por eso los soviéticos prohibían que muchos autores fueran publicados, por eso el macartismo intentó acallar a cantidad de escritores.
En su novela "Fahrenheit 451", Ray Bradbury imaginó una sociedad del futuro donde los libros son quemados por el Estado, que los considera nocivos para el ciudadano común. Pero lo que Bradbury no pudo anticipar es que no serían ni la violencia ni el despotismo los medios por los cuales se controlaría a la gente: alcanza con su propia desidia.
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