Todo aquel que haya pasado por el liceo, ha tenido que estudiar Física (o por lo menos, tuvo que copiar en los escritos). Y uno de los temas de esos cursos es el movimiento del péndulo.
La mayoría de los estudiantes no lo considera interesante: un par de fórmulas que aprender y poca cosa más. Algo elemental.
Por eso, nadie podía aventurar que precisamente de un péndulo iba a provenir un quebradero de cabeza para físicos, astrónomos y la NASA. Sin embargo, sucedió. Veamos cómo.
Un péndulo de Foucault es algo bastante simple: un péndulo esférico largo, capaz de oscilar durante horas, que se utiliza para demostrar la rotación de la Tierra. Y se llama así en honor a su inventor: León Foucault.
Los péndulos de Foucault no usan ninguna fuerza motriz, estando suspendidos de un resorte mecánico para facilitar la oscilación y garantizar siempre la misma amplitud. Para contrarrestar la fricción del aire (que acabaría por detener el péndulo), se crean pequeños campos electromagnéticos en la base, consiguiendo así la oscilación continua.
¿Y qué tienen de interesantes? Que con el correr de las horas, cambia el plano de la oscilación.
La variación depende de dónde esté situado geográficamente el péndulo: un péndulo situado en el ecuador no rotaría, mientras que uno situado en un Polo lo haría exactamente en un día.
Para el resto del planeta, el péndulo rotará con velocidad inversamente proporcional al seno de la latitud de la ubicación.
El primer experimento de este tipo fue realizado en 1851, colgando un enorme péndulo del techo del Panteón de París, con un hilo de 67 metros y una masa de 28 kilos.
De allí en más, se popularizó como aparato educativo y muchos museos científicos cuentan con uno. Por ejemplo, las imágenes que ilustran este post muestran (por orden) el del Museo de Ciencias de Munich, el del Museo de Artes y Oficios de París y el del Museo de Ciencias de Valencia.
¿Cosa de museo, entonces? Sí, así parecía, hasta que entró en escena el señor que vemos a continuación: Maurice Allais.
Vaya uno a saber por qué, pero al buen señor Allais se le ocurrió en 1954 experimentar con un péndulo de Foucault durante un eclipse solar. Y encontró que se producían anomalías en el movimiento que cabía esperar del mismo. Nada menos que 13 grados y medio de desviación.
Allais repitió el experimento durante el eclipse de 1959, obteniendo similares resultados. Y el experimento fue repetido en años posteriores a lo largo de todo el mundo, con resultados aún más extraños: en algunos casos se producía la desviación y en otros no.
Después de décadas de discusión, la comunidad científica optó por hacer algo concreto: esperar al eclipse del 11 de agosto de 1999 y efectuar mediciones a lo largo de todo el mundo. Se emplearon péndulos de Foucault, péndulos de torsión y gravímetros. Artillería pesada, esperando que las mediciones de Allais quedaran desprestigiadas. Pero no fue así.
Los resultados mostraron un cambio de 10 grados en el plano de oscilación. Y todos se quedaron patitiesos, porque ya no servía la (clásica) explicación que dan los científicos cuando algo no se ajusta a sus teorías: ya no podían echarle la culpa a errores de medición.
Por supuesto, aún no hay una explicación unánime. Entretanto, Allais ya había sido premiado por éste y otros descubrimientos en el campo de la Física, así como recibió el Premio Nobel de Economía en 1989. Todo un personaje, ¿no?
Para complicarle aún más el tema a los físicos, la NASA cree que esta anomalía (llamada "Efecto Allais") está vinculada a extraños cambios de trayectoria que sufrieron dos sondas Pioneer, debido a que registraron aceleración negativa inexplicable.
¡Se les queman los papeles, muchachos!
2 comentarios:
Muy interesante tu publicación, es muy buena informacion. :)
Gracias, Kevin.
Bienvenido al blog!!!
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