El relato del guardia indicaba que, durante el turno de la noche, había divisado algo increíble en el circuito cerrado que monitoreaba una sala. Efectivamente, un sábado luego de la hora de cierre del museo, le sorprendió ver a un hombre que, tras dejarse caer en una silla cual si fuera un turista, se dedicó a observar y estudiar un cuadro de Jan Van Vermeer.
Al igual que en las otras ocasiones, la filmación realizada por las cámaras de seguridad mostraba una sombra inexplicable en la sala 16, la que exhibe las obras de Vermeer en la galería.
Dicho sea de paso, Vermeer fue una figura bastante enigmática: se sabe muy poco de su vida, a excepción de algunos hechos básicos anotados en registros y documentos legales de la época. De su obra, apenas han llegado hasta nosotros 34 cuadros de escenas de interior o retratos y 2 paisajes. Tan sólo 16 de esas obras cuentan con su firma y solamente 2 indican la fecha.
Vermeer habría caído en el olvido, si no fuera por un experto francés del siglo XIX (Joseph Thoré), que se ocupó de investigar su obra. Pudo constatar que sus cuadros se diseminaron rápidamente por toda Europa, ya que Vermeer primero y su viuda después debieron entregar muchos de ellos como medio de pago a tenderos y comerciantes, por carencias económicas.
Se sabe, incluso, que algunas de sus obras salían del país con otras firmas para darles mayor valor. Irónicamente, hoy sería enorme el valor de un cuadro de su autoría, mucho mayor que el de esos pintores que firmaban por él. Quién sabe si no habrá un Vermeer colgando ignorado en una casa de antiguedades o un remate, esperando al afortunado que lo descubra.
Pero volvamos al tema del fantasma. La cuestión se zanjó con la clásica flema inglesa: un comunicado de prensa enfrentó los rumores, admitiendo que tres empleados declararon haber divisado un fantasma. Punto.
En cuanto a los investigadores más inquietos, pronto obtuvieron datos interesantes. Un rápido recorrido por archivos polvorientos les permitió saber que el edificio de la National Gallery fue construido en 1834, sobre un antiguo cementerio que había caído en desuso. Y si algún alma en pena gustaba del arte, parece lógico que admire los Vermeer de la galería (los que ilustran este post son los mejores, al decir de los expertos, y se encuentran en la National Gallery).
Los que no se lo toman a risa son los guardias y empleados del museo. Un sereno veterano declaró que "de pronto, en ciertas salas, se constata un tremendo frío inexplicable, sobre todo sabiendo que la temperatura está vigilada escrupulosamente: el asunto da miedo".
2 comentarios:
Me recuerda a la historia del Museo Blanes, que bien conto Fonzi en su blog.
Creo que hay muchas cosas que todavia no se pueden explicar cientificamente...
Saludos
gracias por pasar por mi blog.
En estos días voy a sacarle una foto a una estatua que creo que les va a llamar la atencion...
Saludos desde Montreal
Rosana
Tal cual, Rosana.
Son historias muy similares, de hechos que no admiten explicaciones comunes y corrientes.
Hasta pronto !!!
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