lunes, 31 de marzo de 2008

JARDIN JAPONES (MARGARITAS A LOS CHANCHOS)

Que la educación, el respeto y el sentido común deban exigirse por reglamento, ya es malo. Pero que ese reglamento sea incumplido groseramente, habla muy mal de un pueblo. Tal es lo que sucede a diario en el Jardín Japonés del Museo Blanes.

En el año 2001 se cumplieron 80 años del vínculo diplomático entre Uruguay y Japón. Como muestra de amistad entre ambos pueblos, surgió entonces este Jardín.



Se halla ubicado en el predio del Museo Blanes y es un lugar cargado de símbolos. Posee una casa de té o azumaya, sitio que en Japón se destina a la meditación y la contemplación de espacios naturales. También cuenta con un jardín zen, el típico jardín de piedras que los monjes zen utilizan en su país para meditar.



En una superficie de unos 3.000 metros cuadrados, coexisten alrededor de 125 especies botánicas diferentes, algunas de ellas elegidas expresamente por su significado. Por ejemplo, el pino representa los aspectos eternos de la vida (por ser perenne), mientras que el cerezo es ícono de los aspectos fugaces de la existencia (por ser de breve floración).

Cuenta además con un lago con peces, cascada, isla, puentes de piedra y de madera, así como caminos cuidadosamente realizados. El paisajista Haruho Ieda fue el encargado del diseño de este jardín, que fue inaugurado por la princesa Sayako.



A la entrada del jardín se colocó un cartel indicativo de una serie de normas que deben ser respetadas durante el paseo: se prohibe fumar, tomar mate, comer, pisar el césped o la arena, llevarse piedras u otros objetos, etc.

Son reglas de un elemental sentido común, a fin de conservar la pulcritud del lugar. Sin embargo, están muy lejos de ser cumplidas, e incluso son superadas a diario por otras conductas no incluidas que, esas sí, se acercan a la barbarie más lamentable.



La prohibición de tomar mate en el lugar no parece amedrentar a nadie. Mucha gente, incluso, no ve nada de malo en vaciar el mate allí mismo, tirando la yerba en donde caiga.

La prohibición de fumar tampoco es observada. Incluso han debido cambiarse varias veces las ventanas de la casa de té (hechas de papel de arroz), porque la gente les hace agujeros con los cigarrillos. Y los empleados cuentan de visitas escolares donde las maestras arrojaban sus colillas al lago como si nada, retobándose si se les hacía algún comentario al respecto.



Son comunes también las personas que ingresan en bicicleta, maltratando los caminos y marcando la arena. Otros traen animales domésticos consigo, pese a la prohibición expresa, dejando que éstos hagan sus necesidades por doquier.

Aunque al menos los animales tienen la excusa de no saber leer, que no abarca por cierto a las personas que orinan en cualquier parte si les viene en gana (costumbre bastante extendida, según los cuidadores).



Todo el asunto es tan penoso que parece increíble. Pero aún hay mucho más: en varias ocasiones fue necesario llamar a la policía.

En una de ellas, para desalojar a los integrantes de un equipo de fútbol que, para festejar un campeonato ganado en una cancha del barrio, vinieron a tirarse en el lago para celebrar.

En otro caso, para obligar a retirarse a un hombre que fue sorprendido en el lago, pescando con caña y reel como si nada. Y lo mismo para detener a otro que, munido de un hacha, estaba cortando leña de un ceibo.

Frente a estos disparates, a nadie asustan las señoras mayores que arrancan gajos o plantas que les gustaron para llevárselas a su casa, la gente que va de picnic o los que se llevan piedras de ornamentación porque les parecen llamativas.



Nadie pretende que nos volvamos japoneses. Pero un mínimo de educación y respeto no estarían nada mal. Al menos, para no sentir verguenza de ser uruguayo cuando uno se entera de estas cosas.

A los que no le parezca digno de atención este bochorno, les recuerdo que ahí nomás está el Museo Blanes: capaz de un día de éstos algún ciudadano decide orinar contra "El Juramento de los Treinta y Tres Orientales", o cambiar la yerba tirándola contra algún Figari....¡total!

¡Qué patéticos nos hemos vuelto!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Increíble...dan ganas de llorar con la degradación cultural que hemos llegado. En fin, quiero consolarme suponiendo que el contagio cultural (vector TV) ha contribuído para esto, para hurtarme a la triste realidad de que nos hemos vuelto un pueblo de energúmenos por mérito propio. Saludos de Brasil, extraordinario su blog.