sábado, 21 de junio de 2008

CUSTER Y DOS INCONDICIONALES


Del General Custer, lo que se sabe a nivel popular es muy poco y, generalmente, viene deformado por la óptica de Hollywood.
Si bien es conocido que murió en combate en la batalla de Little Big Horn, junto a gran parte del Séptimo de Caballería, las circunstancias que apuraron este desenlace no suelen mencionarse.

Contra lo que puede pensarse, Custer no era un racista ni se consideraba a sí mismo un enemigo acérrimo de los indios. Por el contrario, supo arriesgarse para denunciar públicamente el maltrato que sufrían éstos en las reservas, la corrupción reinante en la Indian Agency (agencia estatal que manejaba la situación) y el peligro que significaban los buscadores de oro para el mantenimiento de la paz.

Como estas denuncias salpicaron a un ministro y al hermano del Presidente Ulysses Grant, pronto Custer fue llamado a Washington. Pensó que era para iniciar proceso contra los acusados, pero en realidad le llamaron para formarle un consejo de guerra a él.

Pretendían quitarle todo mando y eliminarlo de la vida pública, pero como era un héroe de la Guerra de Secesión hubo presiones en contra. Al final, le dieron un comando menor (el del Séptimo de Caballería) en un sitio lejano de la política (los territorios indios) y, en resumen, creo que lo empujaron "amablemente" hacia su propia muerte. El resto es conocido.


Pero la faceta curiosa que quiero destacar de Custer en este post, es su amor por los perros. Tenía varios y no era raro que alguno le acompañara en sus misiones o cuando salía de cacería. Y de veras los quería: cuando su perra Maida murió en una cacería de búfalos, Custer escribió un poema en su memoria, destacando su cualidad de fiel e incondicional compañera.


En junio de 1876, Custer se enfrentó a su destino y pereció en la batalla de Little Big Horn. Dos de sus perros le acompañaban en la expedición.

Al iniciarse la batalla, Custer se los encargó a su asistente, que intentó atarlos en las carretas de aprovisionamiento. Pero la desesperación de los animales fue tal al ver el peligro que se cernía sobre su amo, que acabaron por soltarse y trataron de ubicarlo y acompañarle.

En medio del caos de la batalla, donde 1.500 guerreros se enfrentaron a los 600 efectivos de Custer, uno de los perros logró llegar hasta su amo, ya herido mortalmente, y le acompañó en sus últimos momentos. El otro animal estaba subido a un montículo, intentando sin éxito localizar a Custer en medio de la polvareda, los gritos y la masacre.

La historia se supo por un guerrero capturado posteriormente e interrogado sobre los sucesos de la batalla. Los indios apreciaban la lealtad y no dañaron a ninguno de los dos animales. Al retirarse del sitio los vencedores, ambos perros se quedaron allí, donde su amo cayó.

Siempre fieles.

2 comentarios:

Mary Lovecraft dijo...

Qué bonita historia, la desconocía por completo.

Gracias por compartirla.

pelado1961 dijo...

Me alegro que te haya gustado, Mary.
Como siempre, la lealtad canina no tiene parangón.

Un beso!!!